¿Existe el amor en el capitalismo?
- Florencia Mora
- 23 dic 2022
- 11 Min. de lectura
Actualizado: 3 mar 2023

Contenido
¿Hasta qué punto el amor es real?
¿Existe el amor en el mundo capitalista?
El amor que concibo
¿Hasta qué punto el amor es real?
El sentimiento amoroso, desgarrador pero aun así, principal fuente de felicidad, esperanzador, pero también artífice de los dolores que inundan nuestros días con la ausencia y la soledad.
El amor nos invade y se va sin avisar, cerrando la puerta sin que llegue a asustar, para que te percates de su pérdida sin esperar nada a cambio.
O sí, dolor, quizás.
El amor nos acostumbra al calor, pero no nos avisa del frío, el amor nos enseña a lidiar con nuestra oscuridad. El amor no maltrata, al contrario, nos hace más fuertes.
Pizarnik nos guía en silencios desgarradores llenos de palabras donde nos deja el amargo sabor de haber sentido el amor, maltratado, aún sin haber llegado a querer nunca. Ella misma se autoproclama como “la que no supo morirse de amor y por eso nada aprendió”.
¿Pero es eso real? ¿Dónde está el amor? ¿Qué es siquiera, el amor?
A través de nuestros pensamientos, recibimos estímulos que nos presentan al amor como la solución de nuestros problemas, sin embargo, esto sin ir más lejos, tiene un trasfondo muchísimo más teórico de lo que podríamos haber llegado a pensar.
El amor, de forma global, está determinado culturalmente por nuestra sociedad, la del ayer, la de hoy y la del futuro sin predecir ni intentar condicionar, como lo ha hecho hasta ahora.
¿Esto qué quiere decir?
Pues bien, a raíz de diversos autores, podemos observar, que el amor, y las relaciones en sí, se han ido configurando a lo largo de la historia bajo unos factores predominantes que guiaban a las personas hacia un camino u otro. De una forma más simple, barreras que hemos tenido que derribar a base de sudor y lágrimas, para poder llegar a tener una libertad consciente a la hora de elegir, disfrutar y determinar nuestra idea de amor romántico, o no.
A partir de aquí, una línea argumental presentada con autores como Engels, Alexandra Kollontai y Ana de Miguel nos guiarán por el camino hacia el entendimiento del amor cómo tal en la lectura de este breve pero sustancial texto.
Podemos pensar que el amor, en su forma más primitiva, se trata de dar y recibir entre individuos que tienen como objetivo amarse incondicionalmente para apoyarse en los buenos y los malos momentos.
Sin embargo, para poder desligarnos de esa idea demasiado romántica, debemos de trasladarnos del mundo de la vida, como diría Habermas, para poder quedar en una conversación entre tú, tú, solo tú, y el amor, sin nada de preconcepciones anteriores a tu propio pensamiento, ni reflexiones que se dan por sentado. Es por ello que debemos de quedarnos en un plano astral por así decirlo, lo sé, es difícil, pero para eso estamos aquí, para reflexionar, para desligarnos del “debería ser” y quedarnos en el “es así, estoy seguro”.
¿Existe el amor en el mundo capitalista?
A día de hoy, sería un gran error evitar el hecho irrefutable de que convivimos en sociedades competitivas, racionales instrumentales, en las que las personas actuamos como medios para llegar a determinados objetivos, sociedades rápidas y precarias, sin calidad de vida como tal, de todo a 100 mejor dicho. ¿Qué significa esto?
Las relaciones sociales han evolucionado, es un hecho, cada vez más tendemos al individualismo propio de personas ajenas respecto a lo que ocurre a nuestro alrededor, donde el “yo” gana al “nosotros”, generando el distanciamiento de la raza humana en su máximo esplendor.
El amor, cada vez tiene menos cabida en nuestras vidas, hemos caído en la cosificación de la especie humana, en la utilización de las personas plenas para poder lograr lo que nos pide el cuerpo en cada momento. Ya no somos fines, o quizás nunca llegamos a serlo, somos medios, simples medios mecanizados, que llegan a la obsolescencia para ser reemplazados por nuevos individuos que sirvan mejor para el puesto de amigo, pareja, conocido o cualquier etiqueta social que se te pueda pasar por la cabeza.
Kant estaría bastante decepcionado, le estaríamos quitando razón a su postulado en el que el ser humano es el principal ser racional y por ello merecedor del respeto bajo la concepción de fines en sí mismos (las personas, nosotros).
¿Eres un medio en la vida de las personas para su felicidad o supones un fin para esas personas que deciden compartir contigo su tiempo? ¿Y al revés?
Volviendo al amor, siendo realistas este ha sido una idea que se ha ido forjando a lo largo de los siglos, bajo la perspectiva de la mujer, del hombre, las limitaciones de la mujer (del hombre no, amiga, no), el contexto social – económico del momento, las guerras, la mitología, los cuentos, las películas, e infinidad de, al final elementos culturales que nos han ido acompañando a lo largo de nuestra corta existencia. Así pues, tras ver que las relaciones de hoy se rifan entre pocos, o se entiende bajo el concepto equivocado, o simplemente no existen debido al amor “líquido” que merodea entre nosotros desde hace unos años, ¿ es posible un amor real bajo el sistema capitalista en el que vivimos? ¿Es posible hablar del amor como sentimiento real?
Engels lo duda.

Nos adentramos en 1884, bastante lejano, sí.
1884, Engels decide escribir “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”. Un texto feminista, revolucionario, controversial para su época. En él, nos habla sobre las relaciones entre individuos, sobre su origen y el fin que tienen en una sociedad capitalista, pero puede que esto suene muy teórico y no lo entendamos bien.
Pongamos a nuestros abuelos, se conocen a una edad temprana, se casan, trabajan, generan ingresos, compran una casa (o la heredan), tienen hijos, muchos, pocos, pero los tienen. Estos ayudan con el trabajo, el negocio familiar, invernaderos, almacenes, fábricas, pero trabajan.
¿Qué es lo que podemos observar aquí querido, querida, lector, lectora?
¿Es una cadena no? Conoces a una persona, te casas porque eso es lo que esperan (además de recordar el concepto de virginidad en los tiempos inmemorables), tienes hijos, y trabajas mucho. ¿No te parece algo desolador? ¿Hay alguna pizca de amor, del que creemos conocer hoy en día?
Efectivamente, no. Con esto lo que debemos de ver es que, de alguna manera, igual que Engels desarrolló en su momento, el origen de la familia contribuye a que el sistema capitalista se sostenga, quiero decir, antiguamente, no existía un concepto individualista como tal, la historia se repetía una y otra vez, conocerse, para casarse, trabajar, pagar deudas, caprichos, necesidades, trabajar, procrear, poner a trabajar a los hijos para generar dinero, y así sucesivamente. Una cadena de reproducción de capital a través de la familia, de la formación de las relaciones entre individuos que caen por su propio peso al carecer de un amor romántico o una libre elección en la que se pueda sostener nuestra propia autonomía como seres racionales.
Nos encontramos ante la cultura de la necesidad del apoyo de otra persona para poder conformar una vida “buena” que sostenga las exigencias del desarrollo capitalista en las sociedades burguesas de 1884, antes y después, pero ¿y de hoy? ¿Tú qué piensas?
Engels, en pleno siglo XXI seguiría creyendo que las relaciones de hoy no son amorosas ni mucho menos, sino un instrumento más para poder mantener una economía que nos ayude a subsistir en este mundo, pues aun habiéndose individualizado como tal la sociedad, seguimos apoyándonos en relaciones que nos darán algún tipo de beneficio a la hora de ejercer como personas eficientes en cada ámbito de nuestras vidas.
Ojo, no tiene por qué ser así, es por ello que estamos yendo por partes, no desesperes. Engels en la teoría nos ha hecho pensar, pero debemos de tener más de una opinión sobre esta evolución.
Hemos hablado de individualidad no desarrollada en aquella época, pero claro, ni mucho ni poco, en su justa medida es como debería de funcionar.
Alexandra Kollontai nos adentra un poco en lo que debería ser el concepto de amor libre pasando unos cuantos años después desde la obra de Engels.
Sin embargo, no nos debemos de olvidar del mismo, pues nuestra autora vincula la familia como institución al desarrollo de las instituciones burguesas, es decir, más de lo mismo, la familia, en sí, es una respuesta ante la necesidad de acumulación de bienes capitales y de reproducción de mano de obra, vaya eh.
Además, nos habla sobre la concepción del amor como una realidad histórica, no un asunto privado, y es que realmente, Kollontai da en el clavo, el amor es un fenómeno social, que está sujetas a normas morales, y aquí es donde entra el boom:
El amor burgués que desarrolla Engels y que permuta nuestra autora, se convierte en la concepción del mismo como la entrega en cuerpo y alma y la exclusividad sexual de los individuos.
De esta manera, postula que en el socialismo, la mujer debe de concebirse de forma separada al hombre.
Hasta ahora, el amor se había reprimido en todos sus sentidos para la mujer, reservados únicamente para su hombre, Kollontai lo que hace es afirmar que los afectos no deben reservarse a una única persona, sino a los compañeros.

En 1911, Kollontai decide escribir “Las relaciones sexuales y la lucha de clases”, en él, nos habla de que el potencial de amar se deteriora, desenvolviéndose en una irrevocable caída que no cesa, las personas se buscan con la idea esperanzadora de poder encontrarse a sí mismos por medio de la otra persona querido lector, ¿consideras nuevamente, que se trata de amor?
El «crudo individualismo» que adorna nuestra era es quizás más descarado en la organización de las relaciones sexuales que en ninguna otra parte. Una persona quiere escapar de su soledad e ingenuamente imagina que estar «enamorado» le da el derecho al alma de la otra persona –el derecho a calentarse a sí mismo en los rayos de esa rara bendición de cercanía y entendimiento emocional–. Nosotros, individualistas, hemos visto nuestras emociones estropeadas en el persistente culto del «ego».
Una vez más, caemos en la cosificación de los seres humanos como medios para satisfacer nuestra necesidad de contacto físico, de remisión de la soledad inminente, sentimiento individualista libre de responsabilidad afectiva que justifica el engaño hacia los sentimientos reales que puede desarrollar la otra persona. No somos capaces de separar nuestras “falsas” necesidades de nuestra propia concepción como personas autosuficientes con amor propio preparadas para decidir cuál es el amor que creemos merecer. El enamoramiento no supone posesión, no debemos de presuponer que estar con otra persona va a arreglar nuestros problemas, pero sí contar con el apoyo que cualquier persona racional merece, debemos de saber elegir si realmente queremos estar con esa persona, o simplemente es un objeto que utilizaremos sólo para los buenos momentos.
Adquirimos así el concepto de gran amor, recibiendo, pero no entregando, ¿es eso justo y lícito?
Una muestra más del individualismo marcado por la sociedad que hace mella en nuestras mentes a la hora de reflexionar acerca del amor, o de la ausencia del concepto de amor real.
No es que exista una visión pesimista del amor, es que, querida lectora, el amor en pleno siglo XXI, sigue ligada a algunos conceptos presentados por Engels y Kollontai, y como consecuencias, en 2021, Ana de Miguel, con su “Ética para Celia”, nos desvela una verdad desoladora.
El amor se consume, el amor está desapareciendo, pero, te pregunto a ti ¿alguna vez existió?
La misma autora nos define que el amor es un reconocimiento muy dulce y explosivo cuando surge, por la mezcla de sensaciones físicas y mentales que arranca y en las que sumerge a quienes se han “reconocido”. Afirma, de hecho, que el amor está en crisis desde hace más de dos siglos, cosa que podemos ver a través de Engels y Kollontai, Se podría decir que desde que las mujeres pudieron despertar y ver que a lo mejor les estaban tomando un poco el pelo con eso de su posición en las “idílicas” relaciones amorosas.
Ocurre el despertar, y entonces todo cambia, de forma lenta, rápida, depende de la concepción de tiempo que tengamos cada uno, tú decides.
Entramos en la paralela realidad de la que tanto quisimos huir, o a la que nunca enseñaron a esquivar, una sociedad líquida, en la que el neoliberalismo, la posmodernidad y las redes han traído consigo un individualismo radical que se lleva desarrollando desde la época de Kollontai.
Las relaciones sólidas se han sustituido por conexiones que desembocan en la ausencia de miedo, de miedo a sufrir decepciones, y de nuevo por una inevitable cosificación de la persona “querida” como un bien de consumo, una mercancía, un medio.
Es algo controversial, pues lo que anteriormente había generado unión entre personas para poder sobrevivir al régimen capitalista (Engels), pasando por la necesidad de una individualidad entre hombres y mujeres, de la generación de una identidad propia libre de represión (Kollontai), acabe de la misma forma bajo una sociedad capitalista con la erradicación del amor formal que hemos concebido a lo largo de la historia, se podría decir que estamos ante una materia que se crea y se destruye de la misma forma una y otra vez. Una concepción del amor tóxica que se va y vuelve, de la que nos cansamos y anhelamos, pues el problema real está en la concepción de la propia base del amor que tenemos.
Entonces, ¿seríamos capaces de poder llegar a ese amor real, verdadero, sincero?
El amor que concibo
El amor que concibo se aleja de la realidad, de cualquier sistema económico o de cualquier regla preestablecida. O no, pues la monogamia y la heterosexualidad son conceptos culturales asentados a día de hoy, con los que hemos crecido y utilizado para determinar acciones que tienen que ver con el amor. ¿Sentimos el amor por inercia o por cultura?
El amor, bajo los teóricos mencionados, es un engaño, un concepto mal desarrollado, que no puede alcanzar su punto culminante porque una vez más los seres humanos lo utilizamos para fines carentes de sentimientos cuando el mismo debería de ser el máximo exponente de estos.
Si me preguntaran si sé lo que es el amor, podría decir que lo sé por mis padres, por mis amigos, mi familia en sí, sintiéndome querida y acogida, apoyada sin la búsqueda de nada a cambio, ni de mi parte, ni por la de los demás. (A continuación un carrusel de fotos que representan mi felicidad y el amor que tengo por estas personas). Con caídas siempre, pero de eso nos componemos, nos nutrimos, y vivimos, de luces y sombras que componen cada una de las esferas de nuestras vidas, pues al final el propio optimismo se nutre del pesimismo, y lo que realmente vale la pena nunca será igual a un camino lleno de rosas.
Diría que en algún momento pensé que sabría por mucho tiempo lo que era.
Diría de hecho,
¡Cuánta razón tenía Engels con la producción!
Pues el amor escala y se cae desenvolviéndonos en el desamor, que sin preguntarte si estás disponible para pasarlo mal, en todos su ámbitos te consume y te lleva hacia una senda llena de obstáculos de la que difícilmente puedes salir, te frena, y te desinhibe de cualquier capacidad resolutiva, eficiente, capaz de afrontar con la concentración suficiente un día en el trabajo, en la universidad, en el instituto, en tu casa o simplemente en ti misma. Debemos de aceptar que la vida se basa en etapas buenas y malas, complicadas y fáciles, cuando llega la tormenta nadie te avisa, pero te aseguro querido lector, que la calma que viene después te inunda para reinventarte.
Pablo Neruda experto en la materia, podemos observar este sentimiento como una secuencia que avanza en diferentes poemas que recoge su obra "Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Cien sonetos de amor."
En ellos, podemos ver, desde el sentimiento de posesión respecto al amor, pasando por la calma que precede a la tormenta, para llegar a la ruptura final, donde anhela el amor del pasado que tanta alegría y calor le había dado.
A su vez, de esta manera aprendes que el desamor, o el amor, en cualquier de sus extensiones, debería de desligarse de cualquier sistema de trabajo, de la cotidianidad en sí. El amor no debería de condicionar nuestra vida, no debería de hacer que trabajáramos más o menos.
Pero lo hace, ay querido lector, claro que lo hace. ¿Cómo podemos hablar de amor desligado de nuestras vidas productivas?
El plano astral del amor es algo complicado a la hora de concebir, pero deberíamos de ser capaces, sin embargo, ¿bajo qué pretextos debería de darse?
Si analizamos realmente cada rincón de lo que ha ido dejando el amor a lo largo de los siglos, sólo podemos evidenciar que el amor está totalmente ligado a la cultura, el amor es cultura, la cultura es amor, y así de forma sucesiva. ¿Es real del amor del que hablamos entonces?
¿Somos autónomos a la hora de declararnos como personas enamoradas o simplemente nos dejamos regir bajo unas normas morales concretas y fijas que hasta hace muy poco no podían cambiarse? ¿Hasta qué punto es auténtico el amor, siendo este culturalmente determinado?
Quizás para poder desligar este concepto de la cultura preestablecida, se podría trabajar primero en el amor propio, donde pudiéramos realizar análisis, introspección y reflexión sobre quiénes somos, y quien quisiéramos ser, nuestro propio salvavidas para no arrastrar y alejar a su vez a aquellas personas que supuestamente “amamos”. Sin temer al desamor, ni al abandono, porque no dependemos de esas personas, sino que somos nosotros, sin más.
Pizarnik una vez escribió:
«Recibe este rostro mío, mudo, mendigo.
Recibe este amor que te pido.
Recibe lo que hay en mí que eres tú.
Así que ahora dime, querido lector, después de todo ¿amas de forma libre? ¿De forma auténtica?
«Y aún me atrevo a amar
el sonido de la luz en una hora muerta».
lo bonita que eres por dentro y por fuera flori, tu si que eres la definición de amor🫶🏻